Para respirar hay que tomar aire y para escribir también. Pero aquí estamos de vuelta en Utopía Graduada con nuevas ideas y nuevas experiencias. Desde hace dos meses estoy enseñando español en un instituto público de Carolina del Norte y sin duda está siendo la experiencia profesional con más retos y de la que más orgulloso me siento.
Enseño seis clases de nivel inicial, unos 30 estudiantes por clase, más de 180 estudiantes en total. Ser profesor novato en este tipo de entornos es todo un reto, pues los máster de ELE no parecen estar enfocados para un entorno tan complejo y exigente como es la escuela pública.
La enseñanza en la pública es un auténtico arte por alcanzar la armonía y el aprendizaje en un grupo numeroso de adolescentes. Y tras acabar las clases, el trabajo continúa con llamadas a padres, planear más lecciones, montañas de papeles por corregir y reuniones de todo tipo. El ritmo es frenético, la supervivencia es el objetivo y la serenidad el único camino a la felicidad del docente: lo que no se hace hoy, se hará cuando se pueda.
Al final de las clases siempre queda la satisfacción de ver por los pasillos a tus estudiantes que te llaman: «¡Hola, Señor Sánchez!» y tratan de tener unas palabras cordiales contigo en la lengua de tu tierra.
Utopía ha regresado con ilusión y fuerza.